PRÓLOGO
El astrólogo se presenta y dice que posee el poder de dar vida a los títeres; con el fin de instruir a los espectadores se dispone también a animar «las máscaras burlescas de un cuento antiguo».
ACTO I
El zar Dodón ha reunido a su corte, al voivoda (gobernador militar) Polkán y a sus dos hijos, los zarévich Afrón y Guidón; está cansado del poder y anhela el descanso, una aspiración que frenan los múltiples ataques de los enemigos del reino. Afrón y Guidón intervienen para proponer una solución: alejar a las tropas de las fronteras y llevarlas a la capital para retrasar el momento del combate, o reunir a todos los soldados y enviarlos al combate un mes antes de que el enemigo rompa las hostilidades. Polkán se burla de esas ideas: cerca de las murallas el enemigo no supone una amenaza menor, sino más bien lo contrario; y ¿acaso avisa el enemigo de cuándo va a lanzar un ataque? Polkán es censurado por su mal espíritu. Los boyardos y Dodón se sienten desamparados: ¿cómo proceder, ante la falta de una estrategia viable y de videntes capaces de leer el futuro en los garbanzos y los posos del café? Estalla una pelea, interrumpida enseguida por el astrólogo, que entra en la sala de ceremonias llevando un gallo de oro.
Desde su posadero, el gallo avisará con su canto de cualquier maniobra enemiga. Dodón está encantado, y a cambio del gallo de oro se compromete a satisfacer de modo incondicional un deseo. El astrólogo toma nota de las palabras del zar, pero no formula por el momento deseo alguno. El zar despacha a los boyardos y a los zarévich y se queda a solas con Amelfa, el ama de llaves, que prepara la cama de su amo y le sirve una bandeja de golosinas. Dodón come todo cuanto puede mientras se entretiene con un papagayo que le trae el pajarero real. Sus distracciones duran poco: Dodón bosteza y en seguida se queda dormido, pues el gallo de oro le ha serenado. Los guardias también se quedan dormidos. De repente, el gallo de oro da la alerta: ¡el enemigo ataca! Polkán reúne a las tropas. Los hijos de Dodón parten a regañadientes hacia el combate. Cuando se queda solo con Amelfa, Dodón vuelve a dormirse para continuar con el sueño que le habían interrumpido y en el que se le aparecía una bella mujer. Pero el gallo de oro vuelve a perturbar su reposo: el ejército está sufriendo importantes pérdidas y el enemigo gana terreno. Los veteranos, de los que Dodón forma parte, deben acudir como refuerzo. Tras vestir con dificultad una armadura algo pequeña y oxidada, Dodón parte hacia el combate entre las aclamaciones del pueblo.
ACTO II
En el campo de batalla, Dodón, acompañado por Polkán, descubre los cadáveres de sus dos hijos. Solloza y jura que los vengará tirando al enemigo de las orejas. Entonces, el amanecer revela la presencia de una tienda. La deslumbrante zarina de Shemajá sale de ella y saluda al sol. Dodón se le acerca. La zarina confiesa que ha empujado a los dos zarévich a pelear hasta la muerte por su belleza, y confirma sus intenciones de tomar el poder en el reino de Dodón, lo cual no disminuye la fascinación de este por la belleza de la zarina. Dodón despacha a Polkán, que incomoda a la zarina y llega incluso a retozar con ella. La zarina de Shemajá entona para Dodón un nostálgico canto de su tierra natal oriental. Después le obliga a bailar hasta ridiculizarle. Exhausto, Dodón promete a la zarina su imperio y todo lo que contiene, así como golosinas y la cabeza de Polkán si así lo desea. Ella acepta. Dodón desborda alegría y ordena hacer sonar sonidos de victoria. Se pone en marcha un cortejo en dirección al palacio.
ACTO III
En las inmediaciones del palacio de Dodón, la cercanía de una tormenta enfría el entusiasmo popular. Todo el mundo espera el cortejo nupcial con júbilo, pero también con inquietud. Amelfa aparece en el pórtico del palacio. La gente se apresura a interrogarla sobre los últimos acontecimientos. El ama de llaves cuenta que Dodón ha vencido a los reyes de corazones, picas, tréboles y diamantes, ha salvado a la zarina de Shemajá del monstruo
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Sinopsis de 'El gallo de oro'
"Esta historia no es verdad, pero en ella hay una pista; una lección para todos los jóvenes y despiadados". 'El cuento del gallo de oro', Alexandr Puskin