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Sinopsis de 'Street Scene'
"El concepto de ópera no puede interpretarse en el sentido limitado de lo que predominaba en el siglo XIX. Si lo sustituimos por la expresión 'teatro musical', las posibilidades de desarrollo aquí, en un país que no debe asumir una tradición operística, se vuelven mucho más claras. Podemos ver un campo para la construcción de una nueva (o la reconstrucción de una clásica) forma." The Future of Opera in America (Modern Music), Kurt Weill
El título de la obra hace referencia a una escena callejera en Nueva York. Un fragmento de vida en una calle del barrio pobre, el East Side Manhattan, frente a una escalera de vecinos, en un espacio social afectado por la crisis económica y presentado con un hiperrealismo descarnado.
ACTO I
Frente al número 346 de Lower East Side, en el Nueva York de los años cuarenta del siglo pasado, los vecinos comentan el calor insoportable, los molestos mosquitos y los pequeños cotilleos del barrio. El cotilleo estrella es que Anna Maurrant, esposa de Frank y madre de Rose, se entiende con el repartidor de leche. Las mujeres lo comentan excitadas, pero callan de inmediato en cuanto aparece la protagonista del adulterio. El retablo de personajes incluye también a Daniel Buchanan, nervioso por el parto inminente de su esposa; Abraham Kaplan, judío, cuyas arengas anticapitalistas entretienen a algunos y hartan a los demás; la jovencísima Jenny Hildebrand, de familia alemana, radiante tras su graduación en el instituto; el italiano Lippo Fiorentino, que regala helados a todo el mundo; el portero, Henry Davis, que vive en el subterráneo del inmueble; la señora Olsen, capaz de dejar de cuidar a su bebé para espiar a sus vecinos; y una pareja que regresa de una noche de fiesta.
De entre esta galería de personajes destaca Rose Maurrant, hija de Anna y del tramoyista Frank, hombre duro, bebedor, severo y reaccionario, insensible a las demandas de afecto de Anna. Su hija Rose es una joven trabajadora, decente, empleada como administrativa en una inmobiliaria y asediada tanto por los rumores sobre el adulterio de su madre como por las atenciones de dos seductores de la peor calaña: su vecino Vincent, milhombres de la calle siempre dispuesto a pegarse con alguien, y Harry Easter, el patrón de la oficina donde trabaja, que intenta engañarla prometiéndole una carrera en el mundo del espectáculo. El contrapunto es la figura de Sam, hijo de los Kaplan, estudiante de derecho, que la ama sinceramente y le propone reiteradamente escapar para emprender una nueva vida lejos de aquel barrio.
ACTO II
La vida sigue. Los niños imitan en sus juegos a personajes característicos de la sociedad de Nueva York, los vecinos celebran que la esposa de Daniel Buchanan haya dado a luz. Y los alguaciles desahucian a los Hildebrand, abandonados por el padre y, como consecuencia, incapaces de pagar el alquiler. Entre las pequeñas anécdotas de la vida cotidiana que se van sucediendo, se percibe que una de ellas tiene un claro potencial amenazador: el esposo de Anna, Frank Maurrant, dice que tiene que irse a la ciudad, y Rose también se ausenta para asistir a un funeral. Cuando llega el repartidor de leche, Anna lo invita a subir a su casa. Y sucede lo inevitable: el marido llega por sorpresa, sube las escaleras del apartamento y se escuchan dos disparos. El lechero muere al instante mientras que a Anna se la tienen que llevar en una ambulancia. Frank escapa entre la confusión.
Poco después, asistimos a las consecuencias de la tragedia, que son que todo continúa como si no hubiera pasado nada. Unas nodrizas con sus respectivos carritos visitan el lugar que han visto fotografiado en el diario, para curiosear un rato y pasar la tarde. Entre los personajes afectados directamente, Rose regresa del hospital, donde su madre ha fallecido, y encuentra el consuelo de Sam, que una vez más le propone escapar. Pero ella lo rechaza porque no quiere ser una carga que lo obligue a dejar sus estudios. Y finalmente la policía encuentra al asesino y lo detiene. Antes, Frank puede explicarle a su hija que amaba a su madre, pero que no supo controlarse. Todo regresa a la normalidad: llegan unos nuevos inquilinos para el piso que habían ocupado los Hildebrand y los vecinos comentan el calor, tan asfixiante, los molestos mosquitos y los pequeños cotilleos del barrio.