En 1817 se declara la ruina irreversible del Teatro de los Caños del Peral, la casa de la ópera de Madrid desde 1738. La decisión es inmediata: se derribará y se construirá uno nuevo. Como existe un proyecto para remodelar la plaza que está situada al oriente del Palacio Real, se piensa que lo más razonable es integrar el teatro en la nueva plaza. Razonable no quiere decir fácil. El teatro era de propiedad municipal y las obras de la plaza, de la Casa Real. Ninguno tenía mucho presupuesto. Las dos obras aparecieron unidas inicialmente (“Plaza de Oriente y nuevo coliseo”), y esa mezcla de competencias generará conflictos durante el siguiente medio siglo.
En enero de 1818 el rey Fernando VII ordena al Ayuntamiento que entregue al arquitecto Antonio López Aguado 20.000 reales semanales para iniciar las obras del teatro. El Ayuntamiento ignora la orden y la obra no empieza hasta el 13 de abril, cuando se tiran las cuerdas para delimitar el perímetro del teatro. Diez días después, y pagados por la tesorería de Palacio, un oficial albañil, veinte peones, un oficial carpintero y un ayudante empiezan a cavar las zanjas de la cimentación. Ya el primer día detectan un problema de filtraciones de agua.
En los siguientes doce años las obras se paralizan intermitentemente siguiendo las fluctuaciones de la tesorería de la Casa Real. Acusado de una estafa de 50.000 reales, se cesa al director de las obras, y en 1831, cuando muere el arquitecto López Aguado, el “nuevo coliseo” está todavía en fase de cimentación. Le sucede el arquitecto Custodio Teodoro Moreno, a quien la Primera Guerra Carlista va comiendo el presupuesto. En 1835 logra una asignación de 25.000 reales semanales, producto de los siguientes impuestos: 15% de decomisos, 8% de cada arroba de cerveza, 3 reales por quintal de plomo exportado, 3,5 reales por quintal de avellanas embarcado, 1 real por arroba de uva pasa moscatel exportada, 6,5 reales por arroba de pasa de lejía, 0,5 de igualación en las aduanas marítimas, 0,5% de la importación de géneros extranjeros en las aduanas de Cantabria, y los impuestos por la exportación de corcho, pieles de cordero y de cabrito.
En un solo año se termina el edificio (no la sala ni el escenario) y se puede inaugurar la zona que mira a la Plaza de Isabel II. Es el Gran Salón de Oriente, en el que se celebran los bailes de máscaras que dejan un jugoso ingreso: entre 200.000 y 350.000 reales anuales. El primer expediente de obras de reparación del edificio data de 1845. La obra principal está de nuevo paralizada y hay zonas que continúan a la intemperie.
De pronto, todo se acelera. El 7 de mayo de 1850, mediante una Real Orden, se decreta terminar las obras del todavía llamado Teatro de Oriente. Previamente, la Casa Real, el Estado, el Ayuntamiento y diferentes particulares se han puesto de acuerdo sobre el dinero que debe aportar cada uno. Hay tanta prisa que el arquitecto dimite. La Junta de obras acuerda que en el exterior y en todas las habitaciones que no vayan a servir para el uso particular de los reyes y las altezas, no se hagan más obras que las estrictamente necesarias para no aumentar el presupuesto. Trabajan en la obra 450 hombres. Se prolonga la jornada dos horas más al día, las que antes se consagraban a la siesta. Llegan a ser 1.150 obreros. “Nunca se ha visto una celeridad tal en una obra pública en España”, dicen los periódicos.
En septiembre se termina el teatro y se organizan visitas concertadas. Se realizan hasta tres pruebas acústicas públicas y el día 13 empiezan los ensayos, con público, de La favorita, de Gaetano Donizetti. El 31 de octubre se publica el anuncio oficial de finalización de las obras (un anuncio discutible, pues después de la inauguración se volvió a cerrar el teatro hasta el 6 de diciembre para poder terminarlo). Los ensayos se trasladan al Teatro de la Cruz para no estropear el terciopelo de las butacas. Finalmente, la solemne inauguración del teatro se realiza el 19 de noviembre de 1850, 32 años y 42 millones de reales después de haber comenzado.
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Las historias del Real - Capítulo 1
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Con motivo de la celebración de su Bicentenario (1818-2018), rescatamos algunos de los momentos únicos -desde acontecimientos históricos hasta geniales curiosidades- que se han vivido en esta casa de la ópera.